Viajes para bajar de peso … más divertido que las dietas y el gimnasio.
Pesaba 100kgs cuando salí de Canadá – que es alrededor de 220 libras – y soy 1,88 m de altura (6’2 «para los anticuados). Menciono esto porque tiene cierta importancia para toda la historia. A pesar de mi estilo de vida más o menos activo en Canadá, mientras estuve en la universidad, hacer ciclismo y caminar simplemente no había hecho lo que esperaba de ellos: eliminar el exceso. El objetivo era volver a unos más delgados 88kg en vista de que mi espalda se quejaba de la dimensión excesiva de mi estómago, y mis rodillas, aunque no vociferaban, ya me sacaban tarjeta amarilla. Supongo que la comida que había estado consumiendo había sido demasiado rica y mi actividad era insuficiente para quemarla. Cuando regresé de América del Sur, estaba en 88kg. Logré en 2 meses algo que no había podido hacer en 6 meses en casa. Comí normal, 3 comidas al día, pero era la actividad constante, el caminar sin parar y el senderismo, lo que finalmente hizo el trabajo. Lo que es también sorprendente es que durante todo mi viaje no me enferme ni siquiera una vez (sin contar problemas con la altitud). Nunca tuve un malestar estomacal, ni pude coger ningún resfriado o gripe a pesar del hecho de que había un montón de días cuando se sentía como si nunca volvería a estar caliente otra vez. Caminé a través de las nubes, las temperaturas congelantes y condiciones calurosas y húmedas, sin embargo, logré mantenerme bien – un cuerpo en forma tiene sus beneficios.
El maíz y el tipo de cocina
La comida en América del Sur varía ampliamente, con cada región ofreciendo un sabor distintivo, aunque muchos de los platos principales se basan en mucho maíz – y confieso que habían días en que me alegré de no tener que ver o probar el maíz por lo menos en una o dos comidas. Comí en restaurantes agradables, en mercados, en pequeños restaurantes locales, en casas de amigos, y en los quioscos de camino. Durante los primeros días en Bogotá tuve la suerte de tener un amigo que me mostró la ciudad y que era lo suficientemente generoso como para llevarme a diferentes lugares para experimentar la cocina local, mientras que en el largo paseo en autobús nocturno, las paradas nocturnas en los restaurantes de carretera siempre me llevaron a un nuevo descubrimiento culinario. En las pocas ocasiones que hice viajes de largo recorrido durante el día, el servicio en el autobús incluía aperitivos, ‘almuerzos’ envasados y mucha agua y jugos.
Pensando en ello ahora que menciono el agua y el jugo, tal vez una de las razones por las que no contraje ninguna forma de virus estomacal es que bebí sólo agua embotellada o hervida. Más importante aún, eso es casi todo lo que bebí, y mucho de ello. Traje conmigo dos botellas de agua que originalmente había usado en mi bicicleta en Canadá. Encajaban perfectamente en los bolsillos laterales de mi pequeño morral de día, y cada mañana los llenaba. Dos litros de agua es lo que estado acostumbrado en Asia, y mientras estuve en Canadá mantuve más o menos ese nivel de consumo, aunque no estaba sudando casi tanto. En América del Sur, ese «condicionamiento» me sirvió muy bien en varios lugares – siempre tenía agua a mano – y me recordó vigorosamente lo importante que es mantenerse hidratado cuando viajé a Uyuni y al desierto de Atacama – 3 litros de Agua al día era el mínimo que consumía en esos lugares, y todavía estaba deshidratado, mis labios agrietados, y mi piel descamándose.
Otra de viaje para el bienestar físico?
Comencé esta columna hablando sobre mi peso, y a pesar de toda la buena comida que disfruté en mi viaje, me las arreglé para bajar de paso a un nivel donde me sentía absolutamente cómodo – me costó dinero cuando tuve que comprar pantalones y camisas nuevas al final del viaje, pero se sentía bien ser más delgado, y más saludable. No estoy predicando seguir una dieta, ni estoy forzando la pérdida de peso, lo único que estoy diciendo es que para mí, ser más delgado es mucho más cómodo, y el nivel de figura en el que estaba ciertamente tenía sus beneficios cuando se trata de muchas menos quejas de mi espalda y tarjetas verdes consistentes de mis rodillas. Hay una lección supongo en darse cuenta de que a medida que avanzamos más allá de los 30, mantenerse en forma no es tan fácil. Desde entonces he vuelto a 93 kg, y estoy furiosamente trabajando para volver a esos tan cómodos 88. Tal vez debería ir a otro viaje de 1 mes.
Traducción de: Mario Muchacho